CUANDO EL GPS DE TU VIDA FALLA - Lecciones para líderes que buscan ir más lejos

 

CUANDO EL GPS DE TU VIDA FALLA:

LECCIONES PARA LÍDERES QUE BUSCAN IR MÁS LEJOS

 

"El kilómetro 30 de la Maratón de Roma me dio una lección que jamás olvidaré. Mi reloj —ese aliado incansable en cada entrenamiento— me marcaba más kilómetros de los que realmente había corrido. Durante varios minutos, creí que estaba más cerca de la meta. Pero cuando descubrí el error, sentí un golpe seco en mi mente: aún quedaba mucho más camino por delante…."




EL DÍA QUE DECIDÍ PONER A PRUEBA MI LIDERAZGO... CON LOS PIES

Como olvidar esa mañana del 17 de marzo de 2025. Estaba en Roma, con su historia milenaria, sus calles empedradas y su vibrante energía, rodeado de un montón de corredores de todas partes del mundo. El Coliseo nos observaba imponente y, aunque la ciudad tenía siglos de historia a sus espaldas, yo estaba escribiendo la mía propia: correría mi primera maratón.

Casi cinco horas más tarde, ¡crucé la meta de la Maratón de Roma! Crucé esa línea electrónica después de un recorrido de más de 42.000 metros —42,195 kilómetros corriendo— y, paradójicamente, terminé casi en el mismo punto de partida donde todos habíamos comenzado. Pero no, para mí no era el mismo lugar: no solo crucé una línea física, crucé un umbral mental, emocional y espiritual. Ese cruce marcó mucho más que un logro deportivo: fue la culminación de un proceso brutalmente honesto con mi mente, mi cuerpo y mi liderazgo interior.

Y es que no corrí para coleccionar una medalla, no, nunca lo he hecho. Mucho menos corrí por moda o porque fuera la tendencia del momento. Corrí porque decidí enfrentar este reto, no solo como un deportista aficionado, sino porque quería llevar al límite las herramientas que, durante años, he enseñado como speaker motivacional, como especialista en liderazgo transformacional, como entrenador en rendimiento mental y como neurocoach. Quería experimentar en carne propia cómo esos principios del desarrollo personal se aplican, y si realmente funcionan cuando se pasa de la teoría a la práctica, cuando se lleva al cuerpo y a la mente al límite, no solo en el aula de clase o en el día a día de la empresa, sino en la calle, con sudor, dolor y satisfacción real.

¡Y lo logré! La respuesta fue rotunda: sí, funcionan… pero no como me lo imaginaba. Funcionan, sí, pero con matices, dolores, aprendizajes y una felicidad inmensa al cruzar la meta.

Esta experiencia me recordó una frase inspiradora que escuché, supuestamente ligada a José Hernández, el primer astronauta mexicoestadounidense y también maratonista, quien dijo informalmente que “completar un maratón debe aparecer en el currículum”. Y sí, debería aparecer en la hoja de vida, pero no como un logro deportivo banal, sino como evidencia de constancia, resiliencia y compromiso prolongado. Correr una maratón es una demostración de valores esenciales para liderar en la vida real.

Este artículo es un recorrido por lo que viví y aprendí y, mejor aún, por el nuevo proceso de transformación personal al que me sometí.



Antes de que continúes con tu lectura, quiero que sepas que hoy no pretendo darte un simple discurso motivacional sin evidencias. Quiero mostrarte —con honestidad— lo que pasa cuando decides hacer algo grande, y cómo ese proceso transforma tu liderazgo, tus decisiones, tus hábitos y tus relaciones.

Aquí quiero compartirte las enseñanzas más poderosas que me dejó esta experiencia y cómo se aplican en la vida real, en el liderazgo, en la familia, en los equipos de trabajo y en el desarrollo personal. A través de estas reflexiones espero compartir cómo la preparación para una maratón —y su ejecución— pueden enseñarte a vivir con propósito, incluso cuando el “GPS” de tu vida te falla.

 

1. DECIR SÍ ES FÁCIL; SOSTENER ESE SÍ, CADA DÍA, ES EL VERDADERO COMPROMISO

Correr una maratón no empieza el día de la carrera, empieza muchos meses atrás, cuando te dices a ti mismo “sí”. En ese instante comprendes que esa palabra lo cambia todo, porque no es un simple “sí”: es un “sí quiero”, “sí puedo”, “sí voy a hacer lo necesario”, “sí voy a entrenar”, “sí voy a cambiar mi rutina”, “sí voy a ajustar mis hábitos”, “sí me comprometo”, entre muchos otros síes. Ese compromiso, nacido de la primera decisión mental de decir “sí”, es invisible, pero real: te obliga a reconfigurar tus rutinas, tus prioridades y tus conversaciones internas.

Y es que una verdadera decisión implica compromiso con el objetivo que te llevó a tomarla, y aunque yo ya había corrido dos veces la media maratón, la primera en Medellín y la segunda en Bogotá; también sabía que decidir correr más de 42 kilómetros significaba comprometerme con un plan de entrenamiento mucho más riguroso, muy distinto al de correr 10, 15 o incluso esos 21 kilómetros. Significaba modificar mi alimentación, encontrar tiempo, renunciar a tiempo con familia y amigos, y reordenar las prioridades de mi vida profesional y personal. Sin embargo, también había muchas otras cosas que desconocía y que estaban detrás de tomar esta decisión.




Consciente de todo lo anterior, firmé mi compromiso conmigo mismo y, el 27 de marzo de 2024 —¡un año antes! —, me inscribí en la “Run Rome The Marathon”, impulsado por una gran amiga a quien le había compartido mi intención y que se convirtió en un apoyo invaluable y una mentora en este proceso. Sobre el acompañamiento, los mentores y los expertos, les contaré más adelante.

Los grandes cambios comienzan con una decisión consciente, pero lo que los sostiene es el compromiso diario. Decidir ser mejor no es lo mismo que comprometerse con el proceso de convertirse en una mejor versión de uno mismo. No es lo mismo decidir que asumir con firmeza el rol de arquitecto de esa nueva rutina y estructura de vida.

En tu vida personal y profesional, ¿cuántas veces dices que quieres algo diferente? Liderar un equipo, emprender, ser más sano, tener una familia presente… pero no pasas de la simple intención. Si llevas años postergando decisiones clave, no es falta de tiempo: es falta de compromiso real.

La maratón me enseñó que el compromiso no es solo planear: también es renunciar. Es dejar de negociar con uno mismo y enfrentar la incomodidad de soltar aquello que te resta energía.

Te invito a que decidas, de una vez por todas, qué es lo que quieres y a que te comprometas consciente y firmemente con ello. Si te cuesta sostener compromisos, comienza con decisiones pequeñas pero firmes: avanza con ese proyecto pendiente, establece límites saludables o retoma hábitos postergados. No se trata de sentir ganas todos los días, sino de recordar por qué empezaste y honrarte a ti mismo con cada paso que das hacia tu objetivo.

 

2. LOS SUEÑOS NO SE IMPROVISAN, SE CUMPLEN CON PASOS PEQUEÑOS Y PLANES GRANDES

Un objetivo sin un plan es solo un deseo. Y por eso, para cruzar la meta en Roma, tuve que definir y seguir una hoja de ruta detallada, porque cada semana contaba.

Desde el principio establecí objetivos intermedios: correr 10K, 15K y luego 21K. Romper esa “barrera mental” de la media maratón era fundamental, y después debía seguir superando mis propios límites hasta llegar a los 36K antes de la gran prueba. Todo esto reflejaba un principio clave del desarrollo personal que enseño a mis estudiantes y seguidores: descomponer las grandes metas en pequeñas victorias.




La estrategia no solo te guía, también protege tu energía mental, pues evita que te desanimes al pensar únicamente en la gran meta y no en los logros parciales. Yo, por ejemplo, andaba feliz cada fin de semana rompiendo mis propios “récords”.

Y es que no se puede improvisar una meta tan grande como la de correr una maratón. Entrenar para ella es construir una estrategia con estructura y realismo. No se trata simplemente de “correr todos los días”, sino de saber cuándo correr, cuanto correr, cuando parar, cuándo exigirte, cuándo escuchar a tu cuerpo. La estructura, la estrategia, esa hoja de ruta, fueron mis verdaderas aliadas mentales.

Diseñé un plan con metas semanales y mensuales, con evaluación constante de mi avance y con ajustes dinámicos en caso de no lograr lo previsto. Tenía claro que no se corre una maratón solo con buenas intenciones: se corre con planificación estratégica, exactamente como se lidera una empresa, un equipo de trabajo o una vida con propósito. El liderazgo personal exige planificación, medición de progreso y capacidad de adaptación.

Hoy entiendo que la gente se rinde no porque el sueño sea demasiado grande, sino porque nunca definió un plan pequeño. ¿Tienes una meta? Tradúcela en microacciones diarias, semanales y mensuales; haz seguimiento, ajusta, y recuerda siempre: sin plan, los sueños son solo deseos disfrazados.

 

3.: EL MÚSCULO MÁS IMPORTANTE ES LA DISCIPLINA

Muchos me preguntaban: “¿Cómo tienes tiempo para entrenar?”. La respuesta es simple: no lo tenía, ¡lo fabriqué! Me levanté más temprano, rechacé planes, ajusté prioridades. Sabía que no había atajos para correr 42 kilómetros: había que ser constante. O me disciplinaba, o me disciplinaba.

La verdad es que no siempre quería salir a correr, pero lo hacía. A las 5 a. m., cuando el cuerpo pedía dormir, mi mente entrenada decía: “¡Hey!, tú decidiste esto”. Incluso tuve que inventar estrategias para levantarme. Y, aunque soy especialista en motivación, debo admitir que a veces la motivación escaseaba. Fue allí cuando operaba mi fuerza mental: recurría a la disciplina como refugio. La chispa inicial me la dio la motivación de lograr algo grande y poner a prueba en carne propia mis enseñanzas; pero fue la disciplina la que me sostuvo en el camino.




La disciplina fue la que me sacó a correr cuando llovía, cuando el cansancio mental del día o de la semana me decía que no, o cuando el cuerpo dolía. Entendí que la disciplina no consiste en tener ganas, sino en ser coherente con los objetivos. Comprendí que la disciplina no es castigo, es amor propio; amor propio aplicado con método.

En las organizaciones sucede lo mismo: los grandes líderes no son solo los más inspiradores, también son los más consistentes entre lo que dicen y lo que hacen. Las empresas exitosas se construyen sobre pequeños hábitos repetidos por sus equipos, y especialmente por sus líderes. En liderazgo, la disciplina crea culturas fuertes, porque los líderes no actúan por emoción, actúan por convicción, y los hábitos son la manifestación externa de esa convicción.

Debemos entender que la disciplina no es solo una habilidad, sino una declaración de identidad. En la vida personal y profesional, la disciplina construye una confianza interna poderosa.

Si quieres ser un líder creíble, empieza por dominar tus palabras, tus actos, tus rutinas. Por ejemplo, si no puedes manejar tu propia agenda, ¿cómo vas a influir en la de otros? Y si quieres ser un líder increíble, identifica un hábito que te esté alejando de tu mejor versión y reemplázalo por uno que te potencie. No lo intentes solo por un par de semanas: sostenlo durante varios meses. Esa disciplina te transformará más que cualquier curso de motivación y liderazgo.

 

4. CUANDO EL GPS FALLA, HAY QUE SER RESILIENTE Y RETOMAR EL CONTROL

No sé qué tanto les haya pasado esto a otros runners, pero en el kilómetro 30, más allá de la mitad de la carrera, me di cuenta de que el GPS de mi reloj había fallado. Me mostraba más distancia de la real. Venía tan concentrado que no estaba atento a los anuncios en la vía que indicaban el avance en kilómetros; solo miraba mi reloj, que marcaba el kilómetro 32, el famoso “muro”, el cual pensé haber superado ya para ese momento. Pero el aviso en carretera apenas mostraba el kilómetro 30; es decir, llevaba casi dos kilómetros menos de lo que pensaba.

Cuando lo descubrí, sentí un golpe en la mente: había dosificado mi energía para otro ritmo y, de repente, tuve que rehacer el cálculo mental de lo que faltaba. Esa sensación de “no voy tan bien como pensaba” es brutal. Sigues avanzando, la meta no ha cambiado, has recorrido lo mismo, pero sientes que falta mucho más. Pierdes el foco de celebrar tu avance y lo cambias por el sufrimiento de lo que aún no logras, y eso te roba tiempo y energía. Finalmente racionalicé rápidamente: tenía suficiente fuerza para lograr mi objetivo, no debía temer al “muro” de los 32 kilómetros —pues ya lo había derrotado en mi entrenamiento—, y solo estaba allí para reclamar mi triunfo. No debía dudar de mi proceso; mi mente debía retomar el control, no mis emociones, y seguir hasta alcanzar el objetivo por el cual estaba tan lejos de casa. Al final, el GPS no importaba: llegar a la meta dependía únicamente de mí.




Ese desconcierto, ese descontrol, esa incapacidad de no racionalizar tu avance no solo pasa en las carreras. Pasa en las relaciones en las que creías estar más lejos, en el trabajo en donde esperabas estar más arriba, en la vida en donde pensabas estar más realizado.

¿Te ha pasado que sientes que das todo y no avanzas? Ese es tu GPS fallando. La única salida es volver al presente, dejar de pelear con el error, ajustar tu mente y seguir. No hay otra opción. Como en la carrera, si tienes clara tu meta, ¡alcánzala! Aun cuando tu GPS personal pierda señal, recuerda: la resiliencia se construye justo en esos momentos de desencanto, no en los de gloria.

 

5. EL DOLOR Y LA INCOMODIDAD COMO MAESTROS

Afortunadamente, durante el entrenamiento no tuve lesiones, aunque sí aparecieron ampollas, dolores intensos en piernas y tobillos, y un cansancio crónico. Hubo semanas en las que sentí que no podía más y, cuando rompí el umbral de los 27 kilómetros, sufrí un fuerte mareo que me asustó bastante (me iba dando la “pálida”, como decimos en Colombia).

En algunos entrenamientos mi meta estaba tan clara (25 km, 27 km, 30 km) que, debido al cansancio, la fatiga y el dolor, ya no era mi cuerpo el que corría, era mi mente. En esos momentos descubrí que la incomodidad no era mi enemigo, sino el maestro que me enseñaba que siempre podía dar un poco más de mí. Así pasaba hablándome mentalmente y diciéndome cosas como: “te falta poco para terminar, aguanta”, “se acerca el viaje, los tiquetes y hoteles están pagados”, “corre la maratón acá y reclama tu medalla allá”.



Con el avance de los entrenamientos entendí que el dolor no siempre significaba que debía “parar”; muchas veces quería decir que era momento de “analizar”, “estudiar” y “ajustar”. Casi siempre, en las tardes posteriores a los entrenos, estaba investigando en internet, viendo videos de expertos o consultando a mi mentora sobre las barreras, incomodidades o los distintos dolores sufridos en el proceso. Descubrí que, en su justa medida, el dolor no era solo parte del camino: era una alerta, una guía, una oportunidad para conocerme más y mejor. Comprendí que, a través de él, también me entrenaba.

En el liderazgo y en el desarrollo personal hemos caído en la trampa de buscar comodidad como meta. ¡Error! Claro que es deseable crecer y avanzar sin necesidad de sufrir, sin tener que atravesar dolor. Pero, a veces, es inevitable; diría que incluso es necesario. El crecimiento es incómodo: comienza donde termina la zona de confort y, por eso, el dolor no es un obstáculo, sino un indicador de progreso.

Si hoy te duele una relación, un trabajo o una rutina, pregúntate si ese dolor es una señal de huida o una señal de evolución. Muchos abandonan justo cuando estaban empezando a fortalecerse. Recuerda que el dolor también está presente en los cambios personales, en los duelos, en los fracasos. Aprende a leer tus señales, no a rendirte ante ellas.

El dolor no es el enemigo: es el entrenador invisible que fortalece el carácter. Resistirlo, gestionarlo y aprender de él es una habilidad de liderazgo interior. Un verdadero líder debe abrazar los momentos incómodos: las decisiones difíciles, las conversaciones valientes.

 

6. RENUNCIAR, SIN SENTIR CULPA, ES LA CLAVE DEL ALTO DESEMPEÑO

Cada SÍ verdadero que uno le da a sus sueños necesita un montón de NOES muy claros para poder alcanzarlos. Por esta razón, durante la preparación para mi primer maratón renuncié a muchas cosas: dije no a enseñar algunas clases, a asistir a ciertos eventos familiares, a participar en celebraciones y fiestas, a compartir cenas con amigos, a disfrutar de mi apreciada cerveza artesanal, a reducir al mínimo el plan de ver series de televisión con mi esposa, a eliminar casi por completo las noches de ocio e, incluso, a sacar de mi lista algunos tipos de comida, entre otras cosas.

Cada elección de entrenamiento y cada planificación, tanto semanal como de fin de semana, implicaba renuncias. Sin importar la presión familiar, social o profesional que siempre existía, debía tener la madurez suficiente y el liderazgo personal para batallar contra la influencia de los demás, contra las tentaciones constantes y contra el peso de mis propias decisiones. A veces me dolía más perder el tiempo sagrado con mis hijas que los calambres del entrenamiento, pero entendí que educarlas también es mostrarles que los sueños exigen un precio.




Debo aclarar que mi renuncia a todas esas actividades y cosas no fue un castigo autoimpuesto, sino más bien el resultado de la coherencia con mi decisión y con mi objetivo. Así terminé comprendiendo que renunciar no es perder; es priorizar. La renuncia es la tarea que el crecimiento exige para dejar de vivir en piloto automático, de manera consciente y sin culpas.

Lo mismo sucede en el liderazgo: hay que tomar decisiones, y esas decisiones a veces implican renuncias. Son pequeñas pérdidas visibles que se asumen para alcanzar logros que parecen invisibles al principio, logros que solo puedes ver en tu mente hasta que, con el tiempo y la constancia necesaria, se hacen tangibles y se materializan en la realidad.

¿Quieres avanzar profesionalmente, mejorar tu salud, transformar tus finanzas? Deberás soltar al viejo tú para dejar entrar al nuevo. Debes definir qué estás dispuesto a dejar ir para acercarte a tu meta. Eliminar las excusas. La renuncia estratégica es una inversión, no un sacrificio.

Ahora bien, si lo que te está pasando es que te sientes desbordado por tener muchas metas y objetivos, no necesitas más herramientas: también necesitas aprender a renunciar a algunos de ellos. El liderazgo real requiere claridad para decir “esto no va más”. Tus logros personales están al otro lado de tu miedo a decepcionar a los demás.

 

7. LA MENTE CORRE ANTES QUE EL CUERPO

Visualicé una y otra vez el momento de cruzar la meta, mucho antes de hacerlo. Imaginé el sonido de mis pasos sobre el asfalto romano, lo sentí en mi cuerpo, escuché los gritos del público animándome, sus aplausos, y recreé en mi mente la emoción y la alegría de llegar al final.

Usé todas mis herramientas de Neurocoaching: visualización, autodiálogo, mantras, meditación y actitud positiva. Hace tiempo comprendí que el cerebro humano necesita ser entrenado para sostener los objetivos cuando el cuerpo empieza a dudar, cuando el plan o el camino se vuelven difíciles. La mente crea antes de que el cuerpo ejecute.




Esa es la magia del entrenamiento mental. Me repetía afirmaciones como parte de ese “entrenamiento invisible”, que me sostuvo más que cualquier gel o suplemento energético. Cada vez que me decía: “ya lo lograste”, mi cuerpo respondía con una fuerza renovada.

Estos principios también aplican en la vida diaria. Los líderes exitosos no solo planifican con la razón: programan su mente para la victoria, porque saben que la primera batalla de cualquier logro ocurre en la mente. Entienden que la mente dirige la conducta, que la autoconfianza se fortalece como un músculo y que creer que algo es posible es el primer paso para hacerlo realidad.

Empieza el día visualizando tus metas cumplidas. Cierra los ojos y siéntelo como si ya hubiera ocurrido. Ese estado mental elevará tu toma de decisiones, tu energía y tu lenguaje corporal. El cerebro cree lo que le repites con emoción; lo que imaginas con claridad, lo construye con convicción.

 

8. EL VERDADERO LIDER NUNCA CORRE SOLO

Como les conté anteriormente, firmé mi compromiso conmigo mismo el 27 de marzo de 2024, inscribiéndome en la Run 30 Rome – The Marathon, un año antes de la carrera; impulsado por mi gran amiga Karen Suárez, “La Flaka”, a quien le había comentado tiempo atrás mi intención de retarme física y mentalmente.

La Flaka, a quien para ese año ya veía muy “pro” en el tema del running y que ya cargaba con una maratón encima, empezó a recordarme desde febrero que se iba a inscribir en la maratón de Roma. Cada semana me enviaba un mensaje al respecto, me mandó el recorrido de la carrera por la ciudad y me dijo que era bellísimo. Estuvo muy atenta a las noticias y al calendario de inscripciones: el 27 de febrero de 2024 me confirmó que ya estaba definido el mapa definitivo del recorrido y también la fecha para el 17 de marzo de 2025; luego, el 23 de marzo a las 4:30 p. m. me avisó que se habían abierto las inscripciones y a las 6:30 p. m. del mismo día ¡me envió un pantallazo de su propia inscripción! Mejor dicho, solo faltó que la Flaka hiciera la inscripción por mí.




Pero la historia de mi amiga, mi mentora y mi coach no termina ahí. Cuando le confirmé que también me había inscrito, se alegró mucho por mí y por la aventura que comenzábamos juntos. Desde ese momento, estuvo muy atenta a mi proceso: me preguntó si iba a contratar a un entrenador y, como le dije que no, se ocupó de compartirme un plan de entrenamiento y de validar que lo estuviera siguiendo. Además, cada vez que se acercaba un fin de semana, me preguntaba si estaba disponible para entrenar con ella. Durante los entrenos y al final de los mismos siempre me hacía pequeñas y cariñosas correcciones, dándome tips sobre diversos temas de carrera. Todo esto fue un gran impulso para mi mentalidad y, además del avance físico real, entrenar al lado de alguien que ya había corrido una maratón me motivaba aún más y me ayudaba a sentirme capaz de lograrlo.

Los otros miembros de “mi tribu” también fueron fundamentales. Mi esposa estuvo de acuerdo con algunos cambios de rutina que implementé, como acostarnos más temprano, madrugar más y cambiar ciertos hábitos alimenticios para lograr mejor nutrición y obtener más energía. Todo resultó beneficioso para ambos. Al final, fue ella quien me ayudó incorporando en el mercado lo que yo le indicaba que necesitaba e implementándolo en el día a día. Además, sus palabras de aliento y orgullo, así como las de mis hijas, también formaban parte de mi nutrición. Finalmente, mi madre —quien en ocasiones no entendía por qué tanto esfuerzo y sacrificio— siempre me premiaba con los merecidos “súper desayunos” después de que corría algún fondo el fin de semana.




Al final, aunque fue mi cuerpo el que cruzó la meta, no llegué solo. Mi esposa estaba ahí en la meta esperándome y gritando orgullosa y feliz de verme lograrlo, la flaka también pendiente de mi llegada y felicitándome por la meta alcanzada, además en la meta estaban conmigo el mensaje de amor y de orgullo de mis hijas y del resto de mi familia, la voz de los amigos, los consejos de corredores con más experiencia y la mirada de quienes me creyeron capaz, incluso cuando yo dudaba.

¿Y tú? ¿Estás rodeado de gente que te agota y te distrae de tu maratón personal? Elige bien: el liderazgo también es saber quién corre contigo, incluso cuando no están físicamente a tu lado. Ningún logro importante es 100% individual.

Mi familia no corrió, pero vivió cada kilómetro conmigo. Mis amigos fueron red de apoyo. Incluso los corredores anónimos que me alentaron me recordaron que juntos llegamos más lejos. El liderazgo se multiplica cuando se comparte y la verdadera resiliencia se construye en red, no en soledad.

Valora a quienes te acompañan en tu proceso, aunque no entiendan del todo tu visión. Celebra tus avances diarios. La vida no es una meta, es una maratón: acompáñate bien y aprende a disfrutar cada kilómetro.

 

MAS ALLA DEL KILOMETRO 42

Correr una maratón es una metáfora perfecta del liderazgo personal, porque necesitas visión, planificación, fortaleza, sacrificio, resiliencia, pensamiento positivo y, sobre todo, necesitas creer que puedes.

Hoy puedo decir, con certeza, que cada kilómetro recorrido en Roma me dio herramientas para enseñar mejor, liderar con mayor autenticidad y vivir con más fuerza. Porque correr la Maratón de Roma no fue un acto de moda ni de ego, fue un laboratorio viviente para poner a prueba todo lo que creo sobre el poder de la mente, el liderazgo transformacional y el desarrollo humano. Aprendí que la carrera nunca es contra otros, sino contra tus propias excusas. Y descubrí que correr una maratón no me transformó por arte de magia: lo hicieron la preparación, la disciplina, los dolores, las dudas y, sobre todo, la convicción de que no hay transformación sin acción.




Esta experiencia también me enseñó que todos tenemos nuestra propia maratón: puede ser un sueño profesional, un cambio de vida, una recuperación emocional o el simple acto de decidir vivir con más sentido. Cada principio que compartí aquí —la decisión firme, la planificación, los hábitos, el dolor como maestro, la renuncia consciente, la visualización y el disfrute del proceso— no es exclusivo de los corredores, es aplicable a cualquier ser humano que quiera liderar su vida con propósito, fuerza mental y amor propio.

Si hoy sientes que tu GPS falló —que estás más lejos de lo que creías, más cansado de lo que esperabas o más confundido que motivado— no te frenes: ajusta tu mente y reinventa tu hoja de ruta. Recuerda siempre tu compromiso inicial y cruza esa meta que alguna vez soñaste, aunque duela.

Porque, al final, no se trata de correr más rápido, sino de correr conscientemente. No necesitas recorrer 42 kilómetros para transformarte: solo necesitas dar un paso, y luego otro, y otro. Entrena tu mente, elige tu camino y aprende a sostenerte incluso cuando todo dentro de ti quiera detenerse. Porque, cuando cruces tu propia meta, sabrás que ya no eres la misma persona que empezó. Y eso, mi querido lector, es el verdadero triunfo. Esa es la verdadera victoria, la que está más allá del kilómetro 42.

 


Recuerda que tu ya tienes todo, todo, para ser feliz y exitoso.

No olvides mantener tu #CorazónDeMente.



JOHN ALEXANDER VILLA
International MBA - Economista
Especialista en Gerencia y Liderazgo
Entrenador DeMente – NeuroCoach Profesional

*Corrección de estilo con IA.

Comentarios

  1. Gracias por compartirlo. Siempre es bueno escuchar a quien ya tiene "kilómetros encima", lo que se siente llegar a la meta. Si bien es más fácil claudicar, encontrarse estas notas, aporta "carbohidratos" para querer seguir corriendo la carrera de la vida.

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